Todos hemos tenido un mapa en nuestra casa en algún momento de nuestra
vida. Ya sea bien por el famoso atlas que la mayoría de nosotros hemos
tenido o consultado por los deberes del colegio, o bien por las esferas
retroiluminadas con el globo terráqueo que iluminaban nuestras mesitas
de noche, o bien por esos inmensos mapas que cubrían alguna pared de
nuestro hogar. Pues bien, la verdad es que ninguno de esos mapas
representa el mundo tal y como es en realidad. ¿Por qué? Básicamente por
una cuestión de dimensiones espaciales. Nuestra tierra es esférica (3
dimensiones) y nuestros mapas planos (2 dimensiones). La pérdida de una
dimensión implica que para representar nuestro mundo sobre el papel
debamos utilizar lo que en cartografía se denominan proyecciones, y con
ellas aceptar que el mundo no puede ser representado con una precisión
del 100%.